miércoles, 22 de agosto de 2018


¿Sabes esa sensación de que no quieres que un momento se acabe? ¿Conoces ese sentimiento, en el estómago, que te oprime el pecho, que te dice que vas a echar de menos ese preciso instante, incluso antes de que se acabe, mientras todavía lo vives? ¿El no querer cerrar los ojos para no perderte ni un segundo? Es una de las peores sensaciones del mundo, estar viviéndo algo que querrías que fuera eterno, pero que no lo es.
Ves pasar los minutos, las horas, incluso los días a una velocidad vertiginosa, sientes que da igual cuanto tiempo te diesen, nunca sería el suficiente mientras fuera menos que toda tu vida. Pero es que, pocas cosas duran toda la vida y eso es algo que duele, que mata. Te entra la presión de que no lo estás aprovechando, pero sabes bien, que da igual lo que hicieses, porque fuera lo que fuera, nunca sería suficiente, nunca te cansarías de ese momento y cuando se acaba... Cuando se acaba solo te queda el recuerdo, un recuerdo que revives una y otra vez, queriendo volver a ese instante, pero no puedes; así que te refugias en la esperanza, de que con un poco de suerte podrás, en un tiempo volver a vivirlo, quizá no igual, pero si parecido, y eso es lo único que te consigue consolar y disipar, levemente, ese dolor de tu pecho.

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