martes, 14 de enero de 2020


Odio tanto las despedidas como necesarias creo que son. Nunca se me ha dado bien eso de cerrar etapas, despedirme de personas, archivar momentos... Siempre me aferro a aquello que un día me hizo feliz, que un día hizo que mi mirada brillase, mi pulso se acelerase, que me salvó, y tú cariño, fuiste, sin saberlo, sin quererlo, mi Salvador, por eso me cuesta tanto despedirme, decir hasta aquí, cerrar esa puerta de una vez por todas y dejar de mirar por la mirilla simplemente para ver, si con un poco de suerte, te pillo sonriendo. Te he intentado descifrar, entender, ayudar... Y solo me he chocado una y otra vez con los mismo muros, muros que tú has ido poniendo. Creo que jamás llegaré a entenderte, a entendernos y en parte eso es algo que me atrae, pero me frustra.
He intentado demostrarte cosas, he ido detrás de ti ¿y sabes? Yo no soy así, yo no tengo que demostrar nada a nadie que no sea yo, y eso me hace darme cuenta de que no me convienes, no me haces bien y puede que esa también fuese la razón de que me atrayeses tanto, al fin y al cabo yo siempre era la que se quitaba las postillas de las heridas para ver salir mi sangre y notar ese leve escozor.
Lo siento, supongo que nunca te dejé conocerme como yo era en realidad, pero si te sirve de consuelo, muy poca gente lo llega a hacer y para ser justos, tú tampoco me dejaste verte jamás.
Te mentiría si dijese que no me duele, pero más me duele estar así contigo, porque al fin y al cabo, nunca estuve contigo, siempre he estado sola.
A sido un verdadero placer echar esta partida de poker contigo, pero creo que se a alargado demasiado y yo ya no estoy para juegos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario